miércoles, 8 de septiembre de 2021

El ADN revelador


Con el devenir del siglo XX, muchos avances en las ciencias ocurrieron en diversos campos de la vida, cuyas aplicaciones también lograron alcanzar a la Biología, concretamente en el campo de las ciencias forenses. La Biología Molecular causó un impacto importante en la  criminalística y fue incluida en el sistema legal de los Estados Unidos en 1987.

Unos de los primeros casos que ayudó a resolver la Biología Molecular fue el de los ataques sexuales en serie que se perpetraron contra varias estudiantes en los estados de Atlanta y Florida entre 1980 y 1995, los cuales, no obstante que se habían suscitado con varios años de diferencia y muchos kilómetros de distancia presentaban semejanzas que apuntaban a un mismo responsable. En todas las violaciones, el delincuente se valía de un cuchillo casero, y los retratos hablados coincidan en que debía ser alto y robusto y tener ojos azules, apenas visibles tras la máscara plástica de color oscuro que portaba, según referían las víctimas. Se tenía la muestra de líquido seminal recolectado 
en algunas de las mujeres, pero en aquel entonces las pruebas de ADN sólo se usaban en la tercera parte de los sistemas policiales de EE. UU., por lo que se producían “lagunas” de información y no podían ser procesados con rapidez. Afortunadamente, la llamada de la editora de una revista en una ciudad de Florida, atacada sexualmente años atrás por un sujeto con las características publicadas en la prensa, ayudó a desentrañar el misterio. Así, un sujeto de 46 años de la Florida, Tommy Lee Andrews, empleado de una compañía telefónica y ex presidiario, fue declarado culpable de violación y condenado a más de 100 años de prisión por las faltas cometidas, después de que se compararon las muestras de su sangre y las del semen hallado en la escena del crimen mediante la identificación molecular del ADN, y se encontró que se trataba del mismo material genético, es decir, de la misma persona.
El ADN también se puede utilizar en sentido inverso, es decir, para comprobar la inocencia de alguien. Un ejemplo es el caso de Glen Woodall, de Virginia Occidental, quien estaba en prisión por los cargos de violación, secuestro y robo, y más tarde, cuando la prueba de ADN demostró su inocencia, fue puesto en libertad en 1991, tras cumplir cuatro años de cautiverio.











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